EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #145
ACUÑA MATATA
Hay que ver lo bien que ha empezado el año para el Sevilla Fútbol Club…
Ah, bueno, antes de nada, ¡Feliz Año Nuevo!, que no nos vemos por estos lares digitales desde antes de Navidad… ¿Todo bien? ¿Propósitos para el nuevo año ya abandonados? ¿Dieta sana comenzada el lunes ya olvidada? ¿Regalos de cuñados ya devueltos o, para los más modernos, puestos a la venta en Wallapop? ¿Incumplida ya la promesa de no volver a beber más? Lo sabía…
Decía que qué bien y menos mal, porque hay que ver cómo acabamos el año anterior, con aquella JGA, que no es un juego de la PlayStation, sino la Junta General de Accionistas, y que tan lejana nos parece en el tiempo. Una Junta en la que su discurrir fue tan negativo y nefasto que parece que no ha pasado nada, como todo en la vida. Menos mal que blindamos el patrimonio del club, porque si ya ni eso…
Pero llegó 2023 y sólo hubo que esperar cuatro días para llevarnos nuestra primera satisfacción. Di que ganar al Linares tampoco es como para tirar cohetes, pero como nos habían sobrado unos cuantos de Nochevieja, pues los tiramos de tres en tres para celebrar el hat trick de En-Nesyri.
La siguiente satisfacción llegó el domingo, al comprobar que más de treinta y cinco mil sevillistas acudieron al Sánchez-Pizjuán, muchos de ellos estrenando bufandas y camisetas por gentileza de Sus Majestades, que se acercaron a aprovisionarse de regalos a la tienda oficial del club. Porque nadie los ha adquirido en puestos ambulantes ni páginas webs con sede virtual en China, ¿verdad?
Los aficionados querían empezar el año con una victoria, la primera de una remontada que nos tiene que llevar a lugares en la tabla de clasificación más propios de nuestro historial reciente. Y la primera buena noticia la recibieron al comprobar que, durante la celebración del saque de honor a cargo de nuestros recientes y flamantes campeones del mundo (Acuña, Montiel y Papu, alguno más que otro, todo sea dicho), ninguno de los tres se lesionó, lo que hacía presagiar que una de nuestras primeras malas rachas podía haber concluido.
La segunda, la del mal juego del equipo, también pareció desvanecerse durante la primera mitad del partido, cuando el equipo no soltó la pelota, atacó, defendió y se fue al descanso con la alegría del testarazo a las redes de quien quiso ser de nuevo protagonista, Marcos Acuña, después de un lanzamiento de falta espectacular de Iván Rakitic. Si hasta el argentino, acostumbrado a ser el asistente, era capaz de marcar de cabeza, estaba claro que nada podía salir ya mal a partir de ahora.
Lástima que el Getafe tuviera que venir a última hora, cuando los que habían puesto un optimista dos a cero en la porra de la Peña ya lo celebraban, a chafarnos la fiesta en las gradas y a hacernos mirar al videomarcador más de la cuenta buscando el minuto 90 (perdón por el pareado)
El pitido final no fue la última satisfacción del día. Todavía quedaba escuchar las declaraciones de… Sí, una vez más como protagonista, de Acuña, quien se despachó a gusto a costa de todo lo publicado sobre sus lesiones y, principalmente, sobre lo no publicado y que echó de menos: una defensa férrea por parte del club al que pertenece. «Se dijeron muchas mentiras y no tuve el respaldo del Sevilla». Cortito y al pie. Más claro, agua. Lo mismo es que el club estaba liado reunido con sus abogados intentando blindarse para lo que podía pasar, pasó y pasará en lo que acabará siendo con el tiempo un juego de la PlayStation, la JGA.
A mí dame jugadores de estos para mi equipo. Con ellos, estoy seguro, no vamos a tener ningún problema. O, como se dice en suajili, Acuña matata.
EDUARDO CRUZ ACILLONA