EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #100
CIEN
Si en el imaginario colectivo el número 5 está asociado a la rima fácil, el 13 a la mala suerte, el 16 a Antonio Puerta y el 69 a (¿hay niños delante?), no cabe duda de que el número 100 nos lleva, indefectiblemente, al himno de El Arrebato.
Este que está usted leyendo, querido lector, es mi artículo número 100 en La Colina de Nervión. Y no me puedo resistir. Que suene, por tanto, el himno:
Cuentan las lenguas antiguas
Que un 14 de octubre nació una ilusión
Su madre fue Sevilla y le prestó su nombre
Y para defenderlo le dio a una afición.
Su primera camiseta oficial portaba a la espalda su nombre, Javier, y el número 6, pues esa era entonces su edad y su antigüedad como socio del Sevilla Fútbol Club.
Hoy Javier está en la tienda del Club, delante del mostrador, encargando una camiseta con el nombre de Daniel y el número 6. Tiene lágrimas en los ojos. Su hijo aún no sabe nada.
Ejemplo de sevillanía
Familia roja y blanca del Sánchez-Pizjuán
Mi corazón que late gritando ¡Sevilla!
Llevándolo en volandas por siempre a ganar
Vivía en la avenida Eduardo Dato y veía los partidos del Sevilla Fútbol Club por internet. Así, cuando la afición estallaba en el Sánchez-Pizjuán cantando un gol, en su pantalla el equipo todavía estaba buscando huecos entre las líneas rivales en el centro del campo y podía regodearse en la jugada. También, al contrario, los pitidos de la grada le ponían sobre aviso de lo peor.
Por eso odia la realidad. Quiere que su vida transcurra con cierto retardo, que un bullicio de gritos de júbilo le anuncie lo bueno por venir y que un estruendo de silbidos y protestas le advierta de lo malo por llegar.
Su psiquiatra dice que no tiene cura, pero se está forrando dando charlas en congresos profesionales con su ponencia “El síndrome Spoiler”.
Dicen que nunca se rinde
Y el arte de su fútbol no tiene rival
Más de cien años lleva mi equipo luchando
Y abanderando el nombre de nuestra ciudad
La relación con su marido sólo volvió a ser la que fue cuando instaló en su casa una “Kiss Cam”.
Y es por eso que hoy vengo a verte
Sevillista seré hasta la muerte
La Giralda presume orgullosa
De ver al Sevilla en el Sánchez Pizjuán
Salió del cuarto de baño y no dio crédito a lo que vio. Alrededor de una mesa larga se sentaban y cantaban el “Campeones, campeones” Palop, Dani Alves, Javi Navarro… Toda la quinta de la primera UEFA, la de Eindhoven. Mientras, el póster de la pared que recordaba aquella gesta estaba vacío. Como vacía estaba también la fotografía de Coke, quien se paseaba por el local con una sonrisa de oreja a oreja y contagiando a todos su buen rollo. En otra esquina, Joaquín Caparrós presumía de la insignia que le había entregado el presidente de la Peña y que lucía en la solapa de la americana. Al lado, aunque en blanco y negro, charlaban felices en la barra Achúcarro, Ruiz Sosa y Arza cerveza en mano. Y un eufórico Reyes apenas estaba un momento quieto corriendo de lado a lado como un chiquillo recién estrenadas las vacaciones.
Sabía que, por la mañana, cuando los encargados abrieran la Peña y le encontraran dormido en el cuarto de baño, no iban a creer una palabra de todo aquello y le iban a tratar de convencer de que se había tratado de un sueño. Pero él sabía que no…
Y Sevilla, Sevilla, Sevilla
Aquí estamos contigo Sevilla
Compartiendo la gloria en tu escudo
Orgullo del fútbol de nuestra ciudad…
Excelentísimos miembros de la Real Academia de la Lengua:
Me dirijo a ustedes para trasladarles mi felicitación por lo ajustado y preciso de la definición que muestran en el Diccionario. Tanto “furor” como “éxtasis” son dos palabras que casan como guante de seda con nuestros sentimientos. Tan sólo les apuntaría, siempre desde el máximo respeto, que, por hacer honor y justicia a su nombre, ya están tardando en aprobar como norma de uso obligatorio el escribir “Arrebato” siempre con mayúscula. Muchas gracias por adelantado.
Nota del Autor: Nunca imaginé que esto de subir a La Colina cada semana fuera a resultar tan divertido. Gracias infinitas a Manuel Machuca por proponérmelo, a J. M. Luis por animarme y aconsejarme, a Álvaro Fuentes por admitirme, y, sobre todo, a usted por leerme. Seguimos.
EDUARDO CRUZ ACILLONA