EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #24
CÓMO TE CAMBIA LA VIDA
Hoy mismo publico en mi blog, “Más claro, agua”, un microrrelato que escribí hace años y que está incluido en mi primer libro, “El final está cerca”. Dice así:
Llenó de agua el futbolín. Nadie entendió que le gustara el waterpolo…
Y me he acordado de que, hace años, y en medio de una de esas sequías con las que nos desayunamos en Sevilla cada equis tiempo, alguna mente preclara propuso llenar de agua el Estadio Olímpico y convertirlo así en un embalse más para la ciudad. Eran tiempos en los que el citado estadio elevaba a categoría olímpica el deporte de cortar jaramagos cada quince días para evitar que invadiesen el terreno de juego, las gradas y apareciesen por todo lo alto, como las palmeras del Parlamento de Andalucía vistas desde el Arco de la Macarena.
No obstante, y ahora que el Estadio de la Cartuja (lo de “Olímpico”, ya tal…) ha sido elegido como sede oficial de la final de la Copa del Rey para las próximas cuatro ediciones del campeonato, no está de más recordar que hubo un tiempo en que allí dentro se celebraron grandes gestas, que hubo quien acarició la gloria en chándal y zapatillas y que más de uno lloró emocionado al batir el récord que andaba persiguiendo desde hacía varias temporadas.
Por todo ello, el equipo de investigación de esta columna, compuesto por un becario clavaíto a Kiko Rivera y unos prismáticos sin lentes, se ha echado a la calle para encontrar a esa persona a la que su paso por el Estadio Olímpico le cambió la vida.
En su primera tentativa, me trajeron la dirección de correo electrónico del cantante del grupo Maná: liderdelamaná@gmail.com. Obviamente, se lo habían inventado. Y no coló. Además, dudo mucho que la vida de ese hombre (por cierto, ¿qué ha sido de ese hombre?) cambiara de manera radical por dar un concierto en el Estadio Olímpico allá por 2007.
Yo necesitaba a alguien cuya vida realmente hubiera dado un vuelco tras su paso por el césped del estadio, alguien que hubiera hecho algo único, irrepetible, alguien que, a estas alturas, ya sintiera orgullo y nostalgia a partes iguales al ver el video de su participación y deseara tener nietos para contarles en bucle la batallita…
Costó mucho, la verdad, pero lo conseguimos. Y, una vez más, traemos a esta columna una entrevista exclusiva. Con uno de los grandes héroes del Estadio Olímpico:
—¿Cómo recuerda aquel día?
—Ha pasado mucho tiempo, pero todavía se me polen los pelos como escarpias, mire…
—Cuente, cuente…
Llegar al estadio y ver a toda la grada pendiente de ti es indescriptible. Te has preparado durante mucho tiempo para ello y eres muy consciente de que no puedes fallar, de que no les puedes fallar. Allí había familiares que habían venido de todas las partes de España sólo para vernos a nosotros… Uf, impresionante.
—¿Y cómo fue el momento de la verdad?
Único. Todo el estadio cantando al ritmo que marcaba el speaker, dando palmas y, en el momento crucial, guardando un silencio que ríase usted del de La Maestranza…
—¿Qué sintió en aquel instante?
Una paz interior enorme. Lo había logrado. Fue tal y como lo había soñado cada día desde hacía muchos meses antes, cuando me preparaba a conciencia. En ese momento supe que mi vida ya no sería la misma, y que mi compromiso con Dios me acompañaría hasta el día de mi muerte.
—¿Su compromiso con Dios?
Sí, claro, una vez que pasamos por el rito del bautismo, los testigos de Jehová adquirimos un compromiso con Dios para toda la vida…
NOTICIA RELACIONADA:
EDUARDO CRUZ ACILLONA