EL MIEDO DEL PORTERO AL PENALTI

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #117

EL MIEDO DEL PORTERO AL PENALTI

Cuando el joven alemán Peter Handke publicó en 1970 su primera novela, jamás pensó que, medio siglo después, recibiría el premio Nobel de Literatura. Aquel libro se titulaba “El miedo del portero al penalti” y lo protagonizaba un tal Josef Bloch, antiguo portero de fútbol y, en las primeras líneas de la novela, mecánico recién despedido de la obra en la que trabajaba. A partir de ese momento, Bloch se queda solo, vaga por la ciudad, alquila una habitación de hotel, se emborracha… Todo le parece anodino, irreal. Está solo en el mundo y cualquier cosa le resulta una amenaza. Tanta que llega a cometer un asesinato.

En contra de lo que pudiera parecer por el título, no se habla de fútbol en ese libro. El penalti resulta una metáfora de la forma en que se enfrenta el protagonista a su nueva vida. “El portero miraba / cómo la pelota rodaba / por encima de la línea…” se dice en el arranque de la novela. Y esa soledad, ese miedo al fracaso es lo que trasciende.

Juan Carlos Unzué ha tenido que enfrentarse durante su carrera deportiva a muchos lanzamientos de penaltis. En algunos, la pelota rodó por encima de la línea. Otros, los paró con esos reflejos electrizantes que le caracterizaban. Años después de su retirada, vuelve a colocarse bajo palos porque la vida le ha puesto en el punto de penalti un balón envenenado. Ya no lleva la equipación con la que debutó con el Sevilla Fútbol Club, aquella camiseta rosa y negra y aquella calzona blanca de cintura tan alta que muchos recuerdan. Ya no tiene la juventud de entonces. Pero, a diferencia de Josef Bloch, en vez de aislarse del mundo, ha decidido comérselo a bocados.

El escultor Eduardo Chillida, que antes de dedicarse a peinar el viento de Donosti fue portero con la Real Sociedad, sostenía que su oficio era una mera cuestión de perspectivas. Argumentaba que, cuando un portero salía de su portería en dirección al delantero, el tamaño de su figura se agrandaba y, en consecuencia, el de la portería se empequeñecía, haciendo más difícil la labor del delantero de encajar el gol. Lo dicho, cuestión de perspectivas.

Desconozco si Unzué conocía esa teoría, pero la está aplicando a rajatabla y en vez de esconderse o refugiarse bajo los tres palos, se ha lanzado hacia adelante para que todos los delanteros del mundo vean que no va a ser tan fácil batirle. Y cuando un portero demuestra esa actitud, el Sánchez-Pizjuán se viene abajo y se convierte en un clamor en defensa de su guerrero.

La exitosa historia más reciente del Sevilla Fútbol Club mucho le debe a los porteros. Desde aquel Monchi que empezó parando balones y ahora no para de pegar auténticos pelotazos, pasando por el ya bautizado como San Palop y terminando en un tal Bono al que ya se le están empezando a arreglar los papeles para que ingrese en el santoral nervionense. Todos ellos han dado gloria al club y brillo a sus vitrinas y todos tienen el reconocimiento que se merecen.

Ahora, el Sevilla Fútbol Club también da un paso adelante y no premia a un portero, sino a un ser humano. Premia la honestidad, la humildad, el compromiso y la solidaridad. Premia el empuje y el coraje. Premia a quien ha hecho del lema deportivo “Nunca te rindas” su propia filosofía de vida. Y lo convierte en una Leyenda para que la portería más importante del estadio, la que custodia los valores innegociables del Club, esté a buen recaudo. Y para que sirva de ejemplo a quienes somos privilegiados testigos de su trayectoria. Y para que generaciones futuras puedan seguir gritando con orgullo “¡Ahí está! ¡Ese es! ¡Es Juan Carlos Unzué!”.

EDUARDO CRUZ ACILLONA

Publicado en La Colina de Nervión. 16/2/2022.