EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #176
JET LAG
El pasado sábado por la noche, me encontraba yo en el aeropuerto de Vigo, haciendo cola en la puerta de embarque para coger un avión a Madrid cuando, de repente, a nuestro lado vimos desfilar a un montón de gente todos vestidos con la misma ropa deportiva y entrando por la misma puerta que a nosotros nos habían mantenido cerrada hasta entonces.
Al principio, algunos pensamos que se trataba del rodaje de un anuncio publicitario y más de uno metió tripa no fuera a salir en las imágenes. Otros, más despistados, pensaron que se trataba del cambio de turno de los operarios de pista del aeropuerto, como si estos desfilaran igual que la Guardia Real de Inglaterra. En todo caso, nadie nos dio explicaciones de nada al respecto: simplemente supimos, minutos después, que nuestro vuelo había sido cancelado por unos supuestos problemas técnicos. Muy grave tuvo que ser la avería si todos aquellos hombres uniformados que se dirigieron decididos hacia el interior del avión no fueron capaces de solucionarlo.
Por alguna razón que desconozco, pude saber que la avería no fue tal y que nuestro vuelo puedo despegar sin problemas, aunque no se dirigió a Madrid, sino a Sevilla. Mi asiento, el 3C, lo ocupó un pasajero de nombre Diego Alonso quien, tras unas turbulencias debidas al paso del avión por el centro de una tormenta, con su correspondiente aparataje eléctrico incluido y golpeando el fuselaje de la nave, sacó papel y boli y se puso a escribir una serie de aforismos que yo tenía que leer el lunes en unas jornadas universitarias a las que había sido invitado, precisamente, en Sevilla.
El tal Diego Alonso, a quien no tengo el gusto de conocer, escribió:
–El balón es el mundo en el que habitan los privilegiados.
–Un partido de fútbol es el fracaso de dos éxitos incompatibles.
–Nunca dispares a puerta con balas de fogueo.
–El fútbol es un juego de estrategia. Vivir, un juego de azar.
–Fútbol: la bolsa o la vida.
Y así hasta un total de veinticinco inspiradas sentencias en torno al deporte rey, incluso para los republicanos.
No sé cómo le fue el lunes en las jornadas, espero que triunfara.
Por mi parte, desde el mismo sábado por la noche, justo a la hora en que se producía la tormenta, a mí me viene reconcomiendo una sensación de nerviosismo mezclada con la culpa, la responsabilidad y la incertidumbre. Nunca me había pasado. Estoy hecho un mar de dudas. Sé que tengo que tomar un montón de decisiones que enderecen el rumbo de todo lo realizado por el tal Diego Alonso hasta ahora. Sé que cuento con el apoyo del presidente y del director deportivo, pero mis conocimientos sobre estrategias futbolísticas empiezan y acaban en el refrán aquel que dice que la mejor defensa es un buen ataque.
Ayer cogí otro vuelo. En esta ocasión, a Londres. Me acompañaban en el pasaje algunas de las mismas personas que hacían cola conmigo en el aeropuerto de Vigo el pasado sábado. Algunos me llamaban “míster” con total complicidad. Yo lo que deseaba es que atravesáramos otra tormenta y volver a la rutinaria vida laboral de mi despacho, con mis aforismos y mis guiones cinematográficos. Pero algo en mi interior me dice que, como esta semana no haga bien mi trabajo, me voy a perder el resto de la competición lo mismo que el lunes me perdí el Congreso sobre Aforismos al que me habían invitado. Y no, no entiendo nada.
EDUARDO CRUZ ACILLONA