EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #99
LA TORRE DEL ORO
“…Yo ni tengo coche, ni tengo experiencia, / ni tengo cultura, ni tengo presencia, / pero tengo un nabo como la torre de preferencia” (remate del famoso cuplé de la chirigota “Un peassso coro”, de Juan Carlos Aragón)
No sé cómo el Diario de Sevilla no le puso esta musiquita a la noticia. O más bien a la fotografía que ilustraba el titular de la noticia, sí, esa que ustedes ya saben y que cambiaron a los pocos minutos después de la escandalizada queja de algún purista…
Para quien ande despistado y no sepa de qué estamos hablando, le diremos que el citado diario publicó hace unos días una noticia relacionada con la aprobación del aforo completo en los estadios. Y la ilustró, vaya usted a saber por qué, con una fotografía de un sector de la afición sevillista gritando y quejándose por alguna situación acaecida en el terreno de juego. Entre los aficionados, se veía a uno con camiseta roja exhibiendo indignado sus particulares razones. Si el himno dice que “La Giralda presume orgullosa…”, el fulano en cuestión presumía orgulloso de su Torre del Oro, versión autóctona de la torre de preferencia gaditana.
Les faltó tiempo a las huestes de las trece barras (de pan y cuarto y mitá de chope-pó) para salir en tromba a denunciar en redes sociales la chabacanería de nuestra afición, nuestra falta de educación, de modales, de buen gusto, de fair play y, si les das más tiempo, hasta de haber matado a Manolete y a John Lennon.
En justa correspondencia, también le faltó tiempo a un aficionado sevillista para colgar en las mismas redes otra fotografía, esta vez de la grada rival, en la que se apreciaba con claridad y en primer plano a un hombre con mucha educación, con buenos modales, buen gusto y fair play, haciendo un elegante y exquisito calvo hacia nuestros jugadores.
Se trata de un hecho anecdótico, por supuesto, pero del que se puede extraer una esclarecedora conclusión: a la vista de ambas fotografías, es fácilmente entendible que a unos nos vaya siempre de coj**** y, a otros, irremediablemente de culo…
Y no le doy más vueltas, que a lo que he venido yo hoy realmente es a hablar de mi libro. En concreto, de un libro en el que hemos participado un grupo de autores convocados por la Peña Coke Andújar y que lleva por título “Maradona, uno de los nuestros”. ¿Se acuerdan de que ya en su día lo comentamos en esta misma columna? ¿Se acuerdan de que andábamos detrás de Monchi para que nos escribiera el prólogo? Pues bien, el libro ya es una realidad y se presentará el próximo día 30 de octubre (coincidiendo con la fecha de nacimiento del Pelusa) en la Feria del Libro. Quizás para la segunda edición Monchi pueda enviarnos su prólogo. Y, desde hoy mismo, el libro ya está disponible en preventa en la página web de la Peña Coke Andújar. Recuerden que todos los ingresos obtenidos por su venta irán destinados a la Escuela de Fútbol de niños y niñas que la peña apoya en Senegal.
Como avance, y con la convicción de que van a disfrutar mucho del libro, les dejo con uno de mis microrrelatos incluidos en él, titulado “Minuto 55”:
Sin atender a las explicaciones del joven, el policía continúa escribiendo en su libreta el resumen de la denuncia.
“¿Pero no se da cuenta, señor agente? Nos ha marcado el gol con la mano. ¡Con la mano! Yo no sé cómo el árbitro no lo ha visto… O no lo ha querido ver…”
El bobbie, con gesto impasible, levanta la vista del cuaderno y mira al joven. Éste parece estar esperando un gesto de complicidad que no se va a producir. Lleva bermudas y una camiseta en sus orígenes blanca, con agujeros y el lema en mayúsculas negras “KEEP THE FALKLAND ISLANDS BRITISH (*)”. El bobbie observa a su alrededor. La sala está decorada con banderas británicas, una camiseta y una bufanda de la selección de Inglaterra extendidas sobre el sofá, una mesa repleta de latas de cerveza vacías, un cuenco de plástico transparente lleno de frutos secos, una hamburguesa a medio comer, una botella de güisqui y un cenicero lleno de colillas. En la estantería que cubre toda una pared, un hueco grande a media altura que corresponde, sin ninguna duda, al televisor de 42 pulgadas que ahora yace esparcido a pedazos en la acera, junto al portal del edificio, donde una ambulancia atiende de urgencia a una anciana con traumatismo craneal mientras el caniche con el que presuntamente paseaba no para de ladrar al lado.
“Usted me entiende, ¿verdad, señor agente? Cualquiera en mi lugar habría tirado el televisor por la ventana de pura rabia. Seguro que las calles están llenas de televisores ahora mismo. No es justo, no es justo”.
Por la ventana por la que ha sido lanzado el televisor, todavía abierta, se cuela el ruido de la calle y el grito de un vecino: “¡No, no, nooo! ¡Lo ha vuelto a hacer! ¡Fuck, fuck, fuck! ¡Fuck God, fuck Maradonaaa!”
El joven mira hacia la ventana y palidece. Las lágrimas comienzan a descender por sus mejillas. El agente apenas lo mira unos segundos y continúa escribiendo en su libreta.
EDUARDO CRUZ ACILLONA