EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #94
MBAPPÉ, DICEN…
Un fichaje es una puerta abierta para que entre en el club la ilusión desmedida. Un fichaje es un himno a la esperanza y la única apuesta seria que no tiene cabida en la ya extinta publicidad de las camisetas de los jugadores.
Un fichaje es estampar en la espalda de tu camiseta el nombre del nuevo ídolo y en la cara una sonrisa por estrenar, con el deseo de que sean muchas y continuas en el tiempo.
Un fichaje es lo más parecido a la mañana siguiente a la noche de los Reyes Magos, sin lazos ni envoltorios de brillantes colores salvo los que identifican al club de tu vida.
Un fichaje es la distancia más corta entre los dos puntos esenciales del fútbol: la grada y el centro del campo.
Un fichaje es la manera que tiene el aficionado de lucir botas nuevas, de estrenar aspiraciones, de presumir intenciones.
Un fichaje es una promesa, una moneda lanzada al aire con el deseo de que, cuando caiga, en ambos lados de la misma haya cara.
Un fichaje es nueva addenda que añadimos al contrato que firmamos con el corazón con el club de nuestros amores hace ya tanto tiempo, un contrato que se escribe con letras mayúsculas y de gran tamaño, porque la letra pequeña es de equipos perdedores.
Un fichaje es darle una nueva revisión al catálogo de nuestros sueños compartidos, a esos que nos hacen brillar los ojos, a esos que nos unen con el resto de la afición.
A algunos se les llama “galácticos” porque son fichajes que eclipsan a las estrellas naturales, porque están por encima del común de los mortales, porque fundan y sostienen la religión de los dioses terrenales.
Los fichajes galácticos mueven montañas (a diferencia de Mahoma, que el pobre tenía que desplazarse andando hasta ellas), provocan cataclismos virtuales en las tertulias televisivas y los más encendidos articulistas se suben a sus columnas para airear su devoción ante los nuevos profetas de esa biblia mundana y popular que es la pelota.
Los fichajes galácticos inyectan en el aficionado el gen de la imbatibilidad, que en fútbol es lo más parecido a la inmortalidad, suministrada en dosis de noventa minutos más el descuento.
Los fichajes galácticos no se miden en millones sino en emociones. Hablar de dinero es de pobres. Hablar de futuro es de felices optimistas.
Los fichajes galácticos se convierten en parte indisoluble de nuestra vida, y en ella permanecerán incluso cuando su estela haya dejado de surcar los titulares más enaltecidos y grandilocuentes de la actualidad deportiva. Porque de ellos será el reino de nuestros recuerdos.
Dicen quienes han podido leer estas breves líneas de aquí arriba (amigos madridistas, amigos culés, que no por ser madridistas o culés dejan de ser amigos), que estoy escribiendo este artículo totalmente condicionado por lo que ellos, o sus periodistas de cabecera, han dado en llamar el “síndrome Mbappé”.
Mbappé, dicen…
A ver cómo les explico yo que los verdaderos fichajes galácticos en el Sevilla Fútbol Club provienen de su propia cantera y que este breve texto lo escribo después de conocer que, esta semana pasada, ha renovado su contrato por dos años más, hasta 2024, una de nuestras estrellas: Inma Gabarro.
EDUARDO CRUZ ACILLONA