EL CRISTAL CON QUE SE MIRA #179
YO SOY DEL SAT
Que levante la mano quien no haya cantado y/o bailado en más de una ocasión esa famosa sevillana de Ecos del Rocío que dice:
Yo soy del sur
(…)
De allí fueron mis abuelos
Se formaron mis mayores
Allí nacieron mis padres
Y nacieron mis amores
(…)
Y soy así, y tienes que comprender
Y tienes que comprender
Que mis costumbres son estas
Y no las puedo perder.
Pues bien, el pasado domingo, después del partido contra la Real Sociedad, uno de mis maestros en lo que a sevillismo de raza y de cuna se refiere, me dio el titular del partido: “Yo soy del SAT”.
El SAT, que no es la abreviatura de un satélite, por mucho que últimamente transite por las nubes, sino algo más mundano y de andar por casa como el Sevilla Atlético, es un equipo, nuestro equipo, que está dando semanales lecciones de saber jugar al fútbol, de tener claro el planteamiento de cada partido y de la función que cada uno de sus jugadores debe desarrollar en el césped, en el banquillo o en la reserva. Profesionalidad, casta, coraje y el lema “Dicen que nunca se rinde” tatuado al lado del escudo. Su última demostración, el pasado fin de semana en Lepe, luchando por deshacer a su favor el empate en el marcador hasta el último minuto. Y, claro, consiguiéndolo. Esa es la actitud. Ese es el camino. Por eso, yo soy del SAT.
También soy del Sevilla FC Femenino, otro estratosférico satélite del que hablamos menos de lo que deberíamos (mea culpa, por la parte que me toca) y que también este fin de semana nos dejó seis magníficas alegrías para el recuerdo en un derbi en el que, al parecer, sólo dejamos de dominar cuando nos enfrentamos sobre las aguas del Guadalquivir. Nuestras féminas, nuestro equipo, cuajó una primera parte precisa, preciosa y efectiva, controlando cada línea, provocando y armonizando ataques y cerrándose de manera conjuntada y eficaz en la defensa. Fruto de ello fue un triplete de goles que se llevaron al descanso. Resultado más que suficiente para hacer de la segunda mitad una reunión de amigas un día de asueto. En cambio, ellas quisieron más. Desplegaron su ambición más elegante y se fueron hacia la portería rival como si del minuto 1 se tratara y no hubiera nada decidido. Y sumaron otro triplete de goles para que no hubiera dudas de su valía y de su compromiso con unos colores que son los nuestros. Por eso, también soy del Sevilla FC Femenino.
Y soy de la grada del Sánchez-Pizjuán, la que despliega tifos que son obras de arte del sentimiento futbolístico, la que corea con una sola voz su himno y hace callar hasta al locutor más partidista del equipo rival, la que nunca se cansa de animar y es imitada por muchas otras aficiones, la que convierte el minuto 16 de cada partido en un templo de la memoria, la que lleva en volandas a su equipo, la que siente Nervión como su casa porque de allí fueron sus abuelos, se formaron sus mayores, allí nacieron sus padres y nacieron sus amores. Una grada que esta tarde no dejará el más mínimo resquicio a la duda con su entrega innegociable desde la previa hasta el último minuto del tiempo añadido de la segunda parte. Una grada que volverá a ser ejemplo de sevillanía en Andalucía y en Europa entera.
El SAT, el Sevilla FC Femenino, la grada… Colectivos de la gran familia rojiblanca que cumplen con su cometido y entienden lo grande que es pertenecer a este club. Ojalá aquellos a quienes no he nombrado en este artículo sepan, puedan y quieran hacer lo mismo. Esta tarde, a partir de las siete menos cuarto, tienen una magnífica oportunidad para demostrárnoslo. Porque esas son nuestras costumbres y no las queremos perder.
EDUARDO CRUZ ACILLONA