CÁTEDRA DE FE INDELEBLE

PorPS Al Relente

CÁTEDRA DE FE INDELEBLE

Por Carmen Castejón Ruiz

Este año, como todos, se abarrotaba de aroma a azahar la sede sevillista escolta del gol sur del Sánchez-Pizjuán con la ya, más que próxima, semana mayor de la ciudad. Tocaba escoger al encargado de magnetizar con palabras esos diez días que profundizan en el interior de cada sevillano y, esta vez, se designó a alguien verdaderamente especial, alguien que le aporta un legítimo significado a lo representativo de la Semana Santa, D. Rafael Castejón López.

Lo que ocurría es que era tanto ese aroma que podía impregnar nuestros corazones y tanta la predilección que se sabía que desprendería este día, que se tuvo que realizar fuera de la misma Peña. En la segunda vez en su historia, siendo el Complejo Educativo de Pino Montano, el lugar donde se acometería el evento. La peculiaridad de dicha exaltación, no solo residía en ello, sino en la fusión que nuestro pregonero sentiría con D. Moisés Viretti, por ser quién le pusiese voz a las estrofas de amor de Castejón, debido a la incapacidad que le ha adjudicado su enfermedad.

Comenzó tomando la palabra el Sr. presidente de la Peña Sevillista “Al Relente”, D. Guillermo Jiménez Ballester, otorgándole énfasis al acto, dando la bienvenida a los presentes y mostrando la función que realizarían los que ocuparon lugar sobre el escenario: Viretti con el alma y voz de Rafael en el atril; la Capilla Musical Virgen de Nazaret, brindando sones entre versos; D. Luis Antonio Castejón, presentando con el corazón en la mano al pregonero, su hermano; D. Pedro Fernández Mérida, autor de la obra pictórica que recoge las principales devociones del protagonista en el cartel anunciador y D. Francisco Javier Montiel, saetero que conmovió a toda la sala transportándonos a un mítico balcón hispalense.

«El rezo a Dios‟, como Castejón denominó a su intervención, empezaba con un reconocimiento a su familia, amigos y personas, ya ausentes, importantes en su vida. Entre las últimas nombradas, se encontraba su padre como actor principal, el también llamado Rafael Castejón, de los mayores cofrades de esta bendita ciudad. Y, el responsable de que su hijo profese esta religión y quisiese como si de un familiar más se tratase, a la Virgen niña de la Anunciación, la Virgen que residió en la casa de los Castejón-López y la que sentían como una persona más de la familia. Así nos lo hizo saber:

“En los rincones entrañables de mi infancia,
una vivencia que iluminó mi corazón
como un cirio en una noche de penitencia,
fue la presencia de una Virgen de inigualable belleza
en el seno de mi hogar.”

Rafael en el cortejo de la Anunciación de Juan XXIII,

de la que ha sido teniente hermano mayor

Siguió la travesía de su añoranza, recordando a la Hermandad de Pino Montano y su fundación, donde su eterno padre y su hermano, Fernando Castejón, el escultor de las imágenes, fueron guías. Y donde evoca a los mismos, además de a su hijo y sobrinas irradiando emoción a través de sus ojos, porque, de nuevo, se encontraban un año más abriendo las puertas de la Semana Santa Sevillana, tras la lucha que tuvieron que combatir para poder hacer realidad, el sueño que, a día de hoy, se disfruta cada Viernes de Dolores en esta barriada obrera y puramente sevillana:

“… contemplar cómo la devoción del barrio florecía año tras año,
convirtiéndose en los símbolos más significativos de la comunidad,
representó para nosotros una fuente inagotable de satisfacción y gratitud.”

Asimismo, alzó en alto a las Vísperas, su seña de identidad y la grandeza que le aporta a la capital hispalense. Y prosiguió con el día por excelencia, con el Domingo de Ramos, con el capítulo más tradicional de esta historia, con el párrafo en negrita de un cuento inacabable. Ahí, Rafael izó la bandera rojiblanca, en honor a los colores del cirio que llevaba al acompañar a su Hermandad de San Roque, la que tanto cariño le brinda y con la que creció bajo su túnica y junto el sueño de llevar un costal, así como subir al monte para abrazar a su triste señor con la máxima cristiandad:

“Mi Señor de las Penas,
a tu diestra mi alma se aferra
para consolar tu mirada en la tierra.
Y cuando por la puerta de San Roque asomas,
mi gozo de amor revienta
porque cada Domingo de Ramos
florecerá la dicha de amarte con certeza.”

No obstante, ahí no termina ese inmaculado Domingo, su corazón, al cabo de los años, se dividió en dos cuando su madre, Carmen López, lo postró cara a cara con la Virgen que custodia Los Terceros. Tal fue el impacto, que no pudo sostener su corazón quieto tras observar el dulce rostro de la Virgen del Subterráneo de la Hermandad de la Sagrada Cena. Por lo que, comenzó su andadura en una dualidad de túnicas y estaciones de penitencia que se cruzaban en la misma jornada, pero con una devoción desmedida para ambas Hermandades. He aquí cómo nos mostró la relevancia de haber podido ser guía de una de las esquinas del palio de la imagen que guía, a su vez, su corazón:

“Y antes de que esta cruel enfermedad,
en mi vida apareciera,
me permitiste gozar,
de llevarte en tu manigueta.
Y no hay mayor regalo
que sostener el alivio de tu pena,
aunque simuladamente sea,
pero mi alma logró su meta,
que antes de que me lleves a la Gloria,
mi delirio fue grandeza.”

Fotografía: Juanma Ojeda

Reanudó la marcha sobre la vida cofrade sevillana en el punto álgido de la misma, nombrando ubicaciones esenciales de Hermandades que comparten este sublime día. Así pues, Rafael no pudo contener la vehemencia de escribirle a María Stma. de la Amargura, por la remembranza que inunda su alma y se esconde en San Juan de la Palma:

“Y en cada pliegue de tu manto,
una historia de devoción.
Y en tus manos, el dolor,
en tu rostro, la compasión,
Amargura,
tu nombre es el alma que me parte en dos,
Y ante ti,
Sevilla se arrodilla,
rindiendo su corazón.”

Simbiosis Cristífera y Mariana, repaso entre izquierdos y bambalinas, continuó Castejón sin dejarse a ninguna Hermandad atrás, con la dificultad que ello conlleva. Avanzó con más asiduidad, pero con buen paso, no hay prisa por terminar la estación de penitencia. Avanzó por los barrios y lugares céntricos, entre bullas y palcos, entre costales y capirotes, rememorando una antigua Semana Santa en sitios de lo más privilegiados. Y así llegó Ella, casi finalizando, como si por la Calle Sol volviese, así llegó con esos añejos sentimientos la Esperanza de la Trinidad, agarrada de la mano de su padre y su hermano Gabriel, ambos que en paz descansen:

“…ahora que mi tiempo se acaba,
te pido perdón y mi corazón te aclama,
¡llévame contigo, Madre!,
que otro ángel te falta…
mi padre, mi hermano y este alma agonizada.
Por eso te rezo y te canto: ¡Avanza!
¡Reina de la gloria, tú eres mi Esperanza!
¡Reina por siempre, tú eres mi Esperanza!”

Colofón final con una oda a la Esperanza, aquella personificada en una talla, además de la esperanza metafórica, con un vídeo desde la sala del hospital donde, desgraciadamente, se encontraba nuestro pregonero. Resulta curioso que, cuando más podrías dudar de la existencia de Dios por el injusto abismo en el que te sumerge, Rafael nos encandila tomándolo como impulso y agarre. Su fe es aún mayor, si es que eso era posible. Y es así por lo que, este pregón escrito con el iris de sus ojos, con una paciencia infinita y con una emoción desmesurada, es admiración y voluntad exorbitante para aquel que no tiene piedad por cosas ínfimas. Seguiremos contigo en esta lucha contra la maldita ELA, pero puedes sentir que has ganado, ya no solo por tu entereza y predisposición para cualquier reto, como lo ha sido este, sino por la adoración común que nos haces sentir a todos con el aprendizaje diario que nos concedes. Regocija tu alma por lo que transmites, puesto que es el reflejo de lo que a ciegas crees.

Rafael en el Hospital Virgen del Rocío el mismo día de su pregón